La vida con dolor crónico, como el que se vive en la fibromialgia, supone convivir cada día con un cuerpo que se siente limitado incluso en las tareas más sencillas. El dolor musculoesquelético generalizado, que puede afectar a múltiples zonas del cuerpo durante meses o años, hace que actividades como caminar, hacer la compra o limpiar la casa se conviertan en un reto que exige mucha más energía que a una persona sin dolor. Esto no solo reduce la autonomía, sino que también impacta en el trabajo, la vida social y el bienestar emocional, generando muchas veces incomprensión en el entorno. En la fibromialgia no solo padecemos dolor: la fatiga intensa es uno de los síntomas más incapacitantes. Muchas pacientes se despiertan ya agotadas, aunque hayan dormido horas, y sienten que su “batería” se vacía muy rápido, incluso con pequeños esfuerzos. A esto se suma la llamada “fibroniebla” o niebla mental, que dificulta concentrarse, recordar cosas o mantener la atención en una conversación...
Psicosoluciones para el dolor crónico y la fibromialgia

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