Ir al contenido principal

#4 Fibromialgia y discapacidad

 

La vida con dolor crónico, como el que se vive en la fibromialgia, supone convivir cada día con un cuerpo que se siente limitado incluso en las tareas más sencillas. El dolor musculoesquelético generalizado, que puede afectar a múltiples zonas del cuerpo durante meses o años, hace que actividades como caminar, hacer la compra o limpiar la casa se conviertan en un reto que exige mucha más energía que a una persona sin dolor. Esto no solo reduce la autonomía, sino que también impacta en el trabajo, la vida social y el bienestar emocional, generando muchas veces incomprensión en el entorno.

En la fibromialgia no solo padecemos dolor: la fatiga intensa es uno de los síntomas más incapacitantes. Muchas pacientes se despiertan ya agotadas, aunque hayan dormido horas, y sienten que su “batería” se vacía muy rápido, incluso con pequeños esfuerzos. A esto se suma la llamada “fibroniebla” o niebla mental, que dificulta concentrarse, recordar cosas o mantener la atención en una conversación, una lectura o una tarea laboral. Esta combinación de cansancio extremo y dificultades cognitivas hace que estudiar, trabajar o planificar el día resulte abrumador, aumentando la sensación de frustración e injusticia.

Las limitaciones no aparecen solo en el ámbito físico o cognitivo, también en la esfera emocional y social. El dolor continuo, la falta de descanso reparador y la sensación de no llegar a todo favorecen la aparición de ansiedad, tristeza o depresión, y muchas personas empiezan a evitar planes porque no saben cómo se encontrarán ese día. Con el tiempo, esto puede llevar a un aislamiento progresivo y a la sensación de que la vida se ha “encogido”, porque se van dejando hobbies, actividades de ocio y proyectos que antes sí eran posibles.

Por todo ello, en muchos casos la fibromialgia genera un grado importante de discapacidad, aunque en los informes médicos o administrativos no siempre se vea a simple vista. En España, la discapacidad se valora según cómo las limitaciones afectan a las actividades básicas de la vida diaria, la participación social y la capacidad laboral, y se expresa en un porcentaje (a partir del 33% se reconoce oficialmente la condición de persona con discapacidad). 

En la práctica, lo que más se tiene en cuenta son las limitaciones funcionales: dificultad para mantener la jornada laboral, para realizar tareas del hogar, para desplazarse o para sostener la atención, entre otras.

Para solicitar un grado de discapacidad o una incapacidad laboral por fibromialgia suele ser necesario reunir informes de reumatología, medicina de familia, salud mental y, en muchos casos, de rehabilitación u otras especialidades. También es clave documentar la evolución de los síntomas, los tratamientos probados y, sobre todo, cómo afectan a la vida diaria y al trabajo, ya que los tribunales médicos valoran las consecuencias prácticas más que el diagnóstico en sí. Según la intensidad del dolor, la fatiga y la interferencia en la autonomía, se pueden reconocer distintos grados, desde limitaciones moderadas hasta situaciones en las que la persona necesita ayuda para muchas actividades y no puede mantenerse en un empleo.

Reconocer y apoyar la discapacidad en personas con dolor crónico y fibromialgia no es un privilegio, es una cuestión de equidad. Estas ayudas (económicas, adaptaciones laborales, recursos sociales) buscan compensar una desventaja real para que la persona pueda acceder a las mismas oportunidades que el resto: trabajar con adaptaciones, estudiar con apoyos, participar en la comunidad o simplemente vivir con más dignidad. 

Dar apoyos a quien lo tiene más difícil significa acercarle al punto de partida del que muchas otras personas parten sin esfuerzo, y eso es precisamente lo que define una sociedad justa e inclusiva.

La discapacidad invisible: más allá de lo que se ve

Esta semana se ha conmemorado el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una fecha en la que a mí me gustaría recordar que no todas las discapacidades son visibles. La fibromialgia y el dolor crónico son un ejemplo claro de ello: condiciones que no siempre dejan huellas externas, pero que transforman por completo la vida de quien las padece.

Muchas personas con fibromialgia viven en una especie de contradicción diaria: por fuera parecen estar bien, pero por dentro luchan con un dolor constante, rigidez, agotamiento extremo y sensación de niebla mental. A menudo se sienten obligadas a sonreír, a decir “estoy bien” o a disimular, porque explicar lo que les ocurre resulta difícil y, muchas veces, incomprensible para quienes no han sentido nunca ese tipo de dolor. Esa incomprensión puede doler tanto como el propio cuerpo.

Reconocer estas realidades y visibilizarlas es paso necesario hacia una sociedad más consciente e inclusiva, donde las discapacidades invisibles también sean comprendidas, respetadas y apoyadas.


Maite Naranjo, Psicóloga

WhatsApp +34 639 128 851

maitenaranjodelval@gmail.com






Comentarios

Entradas populares de este blog

#3 Ejercicio terapéutico: observa tu dolor

En la anterior entrada de este blog Dolor y Esperanza , vimos que el dolor es una señal de alarma que nos dice que hay una herida o una enfermedad que debemos atender. Atendemos la herida, la curamos, hacemos reposo, etc. Y cuando la herida se cura, el dolor desaparece; decimos “ya no me duele” como muestra de que nos estamos recuperando. Entonces, ¿qué pasa cuando no hay una herida que atender, como en el caso de un dolor cronificado o de la fibromialgia? En esas situaciones se suele decir que el sistema está funcionando mal, que el dolor es una señal distorsionada. Pero ¿es eso cierto?. ¿No podría ser que el dolor nos estuviera señalando otro tipo de herida? Para saberlo, podemos preguntarnos a nosotras mismas por el origen de este dolor. ¿Cuándo fue la primera vez que me dolió de esta manera?, y ¿qué estaba pasando en mi vida en ese momento? También podemos preguntarnos si hay algún asunto pendiente que no estamos afrontando por miedo. O si no nos estamos ocupando bien de nosotras m...

#2 Cosas que hay que saber sobre el dolor

En la entrada dos de nuestro blog Dolor y Esperanza , vamos a hablar de algunas cuestiones que muchos pacientes y familiares de pacientes desconocen, pero que son importantes para entender mejor la enfermedad y aprender a lidiar con ella.   El primer hecho importante es que el dolor siempre es real , incluso cuando no existe una lesión física evidente. Cuando una persona se queja de dolor, es importante creerle y atenderle. Es posible que en la base de ese dolor no haya una lesión ni una enfermedad, pero eso no quiere decir que la persona no sienta dolor. El dolor es una señal de alerta que emite el cerebro y que puede estar presente sin una causa física. Es importante entender que el dolor es un mecanismo de protección que actúa como un sistema de alarma que se activa en situaciones de peligro o en caso de que haya una lesión. Esta señal, aunque incómoda o desagradable, tiene una función vital: nos impulsa a reaccionar y a tomar medidas que eviten un daño mayor, asegurando a...